domingo, 9 de mayo de 2010

Pruebas de la evolución - Las homologías anatómicas




La teoría de la evolución implica que los cambios que se producen al pasar de una especie a otra sean graduales. Esta gradualidad tiene como consecuencia y permite predecir la existencia de homologías anatómicas. Con homología anatómica nos referimos a estructuras similares con funciones distintas. Cuando surge una especie nueva a partir de una antigua, la nueva especie puede adquirir funciones nuevas pero sus estructuras estarán condicionadas por las heredadas de la especie original y por lo tanto serán similares con ligeras modificaciones necesarias para la nueva función. De este hecho se desprende que las estructuras homólogas actuales tienen una historia evolutiva que debe poder ser explicada mediante estructuras de especies intermedias, vivas o fosilizadas.

Existen innumerables ejemplos de homología entre especies, tanto vivas como extinguidas. Los mismos huesos en las mismas posiciones relativas aparecen en las manos de los primates, en las alas de los murciélagos, de las aves o de los pterosaurios, en las aletas de las ballenas, en las patas de los caballos, las extremidades excavadoras de los topos o las patas membranosas de los anfibios (ver ilustración superior). Todos estos caracteres tienen estructuras similares que realizan funciones diversas. El árbol filogenético estándar muestra que estas especies comparten las mismas estructuras porque todas ellas se derivan de ancestros comunes que ya las tenían.

El registro fósil ilustra, por ejemplo, como la estructura de las extremidades superiores de los dinosaurios terópodos se fue modificando gradualmente hasta adquirir la apariencia actual en las aves modernas. Esta serie incluye al Eoraptor (hace unos 230 millones de años), los herrerasaurios (210 M.a.), los Allosaurios (180-90 M.a.), el Archaeopteryx (150 M.a.), los Enantiornites (145 M.a.) y los Euornites (65 M.a.).


En esta ilustración se puede observar la evolución desde la extremidad delantera del Ornitholestes (A), un dinosaurio terópodo de hace más de 150 M.a., hasta el ala del pollo moderno (D), pasando por el Archaeopteryx (B) y el Sinornis, un ave del Cretáceo (C).

La teoría de la evolución predice que nunca encontraremos aves, vivas o fosilizadas, que presenten al mismo tiempo alas y patas delanteras, ya que las primeras son precisamente modificaciones de las últimas, ni tampoco encontraremos moluscos con cloroplastos, a pesar de que en ambos casos esas estructuras supondrían una clara ventaja para esas especies. Del mismo modo, la teoría de la evolución estaría en dificultades si el árbol filogenético no tuviese una continuidad estructural. Hasta el momento todos los estudios de anatomía comparada coinciden con los postulados de la evolución y constituyen una prueba más de la misma.